Egipto

Acabo de pasar una semana en Egipto y quería dejar escritas algunas ideas e impresiones antes de volver a la rutina. No pretendo que esta nota sea una crónica de mi viaje.

I. LA DIVERSIDAD

El nombre del país esمصر o Miṣr en árabe coránico, מִצְרַיִם o Mizraim en hebreo y en la biblia, mientras que el término moderno Egipto deriva de la forma griega Αίγυπτος (Aigyptos) a través de la forma latina Aegyptus. Sin embargo, los antiguos egipcios escribían km.t en jeroglíficos para referirse a su país, pronunciado Kemet, y de hecho en el copto se mantuvo las formas ⲭⲏⲙⲓ (pronunciado Jemi, con «e» abierta) o ⲕⲏⲙⲉ (Keme, sólo abierta la primera «e»). Kemet se escribía así con jeroglíficos:

Kemet
El trozo de piel de cocodrilo con escamas corresponde al grupo consonántico «km»; la lechuza equivale a «m» sin más, por lo que es redundante (pero tal y como está dibujado el cuerpo dirigido hacia la izquierda, indica además que la lectura es de izquierda a derecha); el pan (símbolo superior a la derecha) representa la «t»; por último, el círculo con una equis no corresponde a ningún sonido, sino que simboliza el plano de una ciudad e indica que se trata de un lugar habitado. Las vocales no aparecen representadas aquí. Fuente: Ángel Sánchez (2004), Manual de traducción de jeroglíficos egipcios; y varios artículos de Wikipedia.

Al margen de los símbolos utilizados, el significado dado a la palabra Kemet por los egiptólogos sería el de «la tierra negra» o fértil, gracias a las crecidas del Nilo, en oposición a dšr.t o desheret, las tierras ocres o desérticas que llevaban a los pueblos bárbaros circundantes.

Si suelto este rollo es para hacer estas dos apreciaciones:

  1. En el imaginario colectivo de los occidentales cuesta derribar el binomio árabe-musulmán para reconocer la presencia de otras etnias, lenguas y religiones en el norte de África y el Próximo Oriente. En el caso de Egipto, una primera aproximación llevaría a distinguir, en el plano religioso, entre la mayoría musulmana y la minoría cristiana o copta; y en el plano étnico, entre «árabes» de piel más blanca al norte y pueblos como el nubio, de tez más morena si no negra, al sur. Pero la realidad es más compleja: por un lado, también hay bereberes, beduinos y gitanos (pueblo dom, en contraste con el pueblo rom o romaní que llegó a Europa, en ambos casos desde la India; para mayor abundamiento, la palabra castellana «gitano» deriva precisamente de «egiptano», pues antaño se creía que vinieron de Egipto); y por otro lado, en principio los coptos son los descendientes de los antiguos egipcios, y los árabes que llegaron con la expansión del islam fueron minoritarios, de tal manera que quedaron absorbidos por la población autóctona copta, si bien ésta acabó convirtiéndose en masa al islam y adoptando el árabe.
  2. Egipto es un escenario clave en la historia bíblica: todos sabemos que los israelitas llegaron aquí de la mano de José, hijo de Jacob; que Moisés los liberó de la esclavitud y los dirigió a la tierra prometida abriéndose paso entre las aguas del Nilo; que Jesús pasó parte de su más tierna infancia allí; y que Egipto se encuentra entre los primeros lugares por donde se propagó el cristianismo. En el Concilio de Calcedonia (año 451) el Patriarca de Alejandría abrazó las tesis monofisitas, lo que provocó el cisma de los cristianos egipcios y el nacimiento de la Iglesia copta (también de la siríaca y la armenia por las mismas razones). Ésta fue en adelante duramente perseguida por los bizantinos, lo que facilitó la propagación del islam poco tiempo después.
    Biblia copta
    Biblia árabe que me compré en el barrio copto de El Cairo.

    En la actualidad la población cristiana es minoritaria, tiene el árabe como lengua materna desde hace quinientos años y limita el uso de la lengua copta a la liturgia. Así, a la hora de la verdad, el árabe es la lengua con la que los cristianos egipcios rezan a Dios de manera comprensible. Pero siempre había leído que el árabe está íntimamente ligado al Corán, que es el libro que dio fisonomía y entidad a ese idioma, como la biblia de Lutero al alemán casi mil años después. ¿Cómo casa eso con una biblia árabe? Mi guía en El Cairo, musulmán con formación universitaria y que tiene el árabe como lengua materna, me dijo que no era capaz de entender la biblia en árabe y sí en español: el vocabulario no guarda relación con el propio del árabe coránico.

 

II. LA PSEUDOEGIPTOLOGÍA

Vuelvo a mencionar a mi guía de El Cairo, esta vez para destacar de él el hecho de que se acogiese a todas las teorías de la pseudoegiptología: que el tipo de erosión de la Gran Esfinge de Guiza sólo podía corresponder a la acción del agua, por lo que debió de ser construida durante el último periodo glacial, hace al menos quince mil años, cuando Egipto tenía otro clima; que la disposición de las Pirámides de Guiza coincide con la que se veía de la constelación de Orión hace más de diez mil años; que tuvo que haber una civilización antigua de superhombres perdida y que los faraones se consideraban descendientes de la misma; que los escultores antiguos modelaban las piedras con moldes y sólo podían usar láser para trabajar la diorita; etc. Quitando estas cosas, debo decir que este guía sabía muchas cosas, que hablaba español muy bien (su mujer era mexicana, todo sea dicho) y que nos encantó a todos. Quiero creer que incurría en ese defecto de acogerse a la pseudoegiptología por puro orgullo patrio.

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Con Sergio (centro) y Kevin (derecha) ante la Gran Esfinge de Guiza.

Para dejar volar la imaginación, copio a continuación unos párrafos de La matemàtica de la història, una obra muy rara que escribió Alexandre Deulofeu, un catalán muy polifacético del siglo pasado (leed aquí sobre su vida y pensamiento). Deulofeu quiso ahondar en los textos de los historiadores Oswald Spengler y Arnold Toynbee, esto es, precisar la duración de los ciclos de auge y decadencia de las distintas civilizaciones con el fin de prevenir futuras guerras (algo así como la psicohistoria del matemático Hari Seldon, el protagonista inicial de la Primera Trilogía de la Fundación, de Isaac Asimov). Deulofeu murió antes de poder acabar su obra, pero le dio tiempo de publicar nueve volúmenes (tuvo que abrirse su propia editorial, pues ninguna otra quería publicárselos). Os dejo con sus palabras, que he traducido del catalán:

Entremos ahora en el campo científico, en apariencia el más difícil de comparar con las conquistas modernas. En efecto, es sumamente extraño imaginarse al hombre prehistórico manejando tanques y aviones y, sin embargo, esta posibilidad es digna de ser tenida en cuenta. Por lo que se refiere a la energía atómica, es importante recordar que los alquimistas griegos y egipcios tenían el mismo concepto de la materia y de la energía atómica que el que tenemos hoy, concepto que nosotros hemos adquirido sólo hace veinte años [el libro se publicó en 1970 y la edición castellana es de los años cincuenta]. Los conocimientos por parte de los alquimistas en esta materia, más profundos que los nuestros, explica que hubiesen llegado más lejos que nosotros en energía atómica. Para la transmutación atómica, que hoy se realiza con gran dificultad y mediante el recurso a unos aparatos enormes y costosos, ellos utilizaban una simple retorta y un catalizador universal, llamado piedra filosofal, que hoy todavía no hemos sabido reconstruir.

En el volumen tercero de esta obra avanzaremos en la demostración de que los egipcios, durante la fase imperial de su ciclo histórico y en el momento simétrico al actual, conocían perfectamente la estructura atómica y sus aplicaciones prácticas, así como la fórmula de Einstein. […] Unos ligeros conocimientos sobre un solo monumento antiguo nos producen una de las impresiones más grandes que la que nos pueda hacer cualquier descubrimiento sobre el hombre moderno. Nos referimos a la pirámide de Keops. Esta pirámide fue construida del 2700 al 2600 a.C. Segun las conclusiones a que llegan diversos historiadores y astrónomos, la pirámide de Keops no es un simple monumento funerario, sino una suerte de enciclopedia pétrea para comunicar a la más remota posteridad los conocimientos que en aquel momento poseía el pueblo egipcio, así como el sistema geométrico-numérico de ciencias exactas aplicado a la construcción de esta gran pirámide y que más tarde fue origen de las medidas antiguas.

El fundamento de estas medidas fue, dijo Ralston Skinner, la «razón» de Parker. Este astrónomo ha encontrado en estas medidas la razón integral entre la circunferencia y el diámetro, descubierta por John A. Parker. Esta razón, que es de 6561 para el diámetro y 20612 para la circunferencia, da como resultado la razón «pi», o sea, 3’1416. Se sabe, por otro lado, que 25 pulgadas piramidales constituyen un codo piramidal, que fue realmente la unidad básica de las medidas utilizadas por los constructores de la Gran Pirámide. Pero se sabe, también, que el codo constituye una diezmillonésima parte del radio polar terrestre, de la misma manera que nuestro metro constituye la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre, es decir, de la distancia entre el ecuador y el polo. Como el radio terrestre es una línea recta y la circunferencia del globo es una línea curva, resulta que la medida utilizada por los constructores de la Gran Pirámide es más exacta que nuestro metro.

Las personalidades citadas llegan todavía a unas conclusiones más sorprendentes: el codo piramidal constituye una medida astronómica, que revela el secreto mismo del sistema solar, porque la Tierra, por ejemplo, recorre justamente 100 millones de codos en 24 horas, lo cual demuestra que los constructores de la Pirámide de Keops conocían el movimiento de la Tierra alrededor del sol. También conocían las medidas desde el momento que utilizaban la razón integral «pi». Es decir, que en 2700 a.C., los astrónomos egipcios conocían perfectamente las leyes que posteriormente descubrió Kepler, así como el sistema de Copérnico; o sea, que después de la civilización egipcia los grandes descubrimientos de sus matemáticos y astrónomos se perdieron y la cultura griega los ignoró. Y es al desaparecer la cultura egipcia y al intentar explicarse el mundo cuando Ptolomeo de Alejandría —que vivió en el siglo II— descubre el sistema geocéntrico, lo que significa que consideraba la Tierra como el centro del sistema solar. […]

¿Qué sabemos de las condiciones urbanas, de los sistemas de locomoción, de la distribución de agua en las ciudades, de los medios de comunicación interurbanos, del avance mecánico en millares de aspectos, que hoy nos parecen exclusivos de nuestro mundo civilizado? De la civilización egipcia no nos quedan más que las pirámides, la esfinge que se mantiene indescifrable y las momias, es decir, lo único que hicieron con fines perdurables. […]

En el momento actual, en que no dudamos de que poseemos grandes conocimientos sobre energía atómica, ¿podemos continuar considerando como una fábula el capítulo del Éxodo, versículos 28-38, en que se da una receta de explosivos, y hemos de seguir considerando como inexplicables las palabras que dicen que un químico poco hábil tardó cuarenta días en curarse las quemaduras producidas por un experimento? ¿O bien hemos de atribuir a simple imaginación el conocimiento de una bebida ardiente, o a leyenda los carros de combate egipcios que se levantaban y reviraban, con ruedas que desaparecían o eran arrancadas por fuerzas misteriosas? ¿Hemos de creer que estos ingenios, estos tanques prehistóricos, iban tirados por caballos? ¿Eran motores de explosión o de reacción, o energía atómica o alguna otra fuerza, desconocida para nosotros, la que los ponía en movimiento? Y podemos continuar dando la categoría de leyenda o de milagro al hecho de la montaña que se hunde de un solo golpe, o a la tierra que se parte para engullir a la tropa de Koré, o a los muros de Jericó, que se hunden a una señal dada? Moisés recibió las Tablas de la Ley en medio de explosiones y nubes de humo. Y eso, ¿no ha de tener una explicación científica?

Frith Kahu, en su obra El Átomo, dice: «Parece que los antiguos egipcios supieron incluso construir instalaciones de alta tensión, pues para el científico moderno que lee la biblia es casi una certeza que el ‘Arca de la Alianza’, de la que los sacerdotes hacían salir ‘llamas’ y ‘rayos’ capaces de matar al inexperto que se acercaba, era una instalación de alta tensión».

[…] Por otra parte, no podemos tomar al pie de la letra los pocos conocimientos que tenemos de los egipcios para deducir consecuencias definitivas. Así, por ejemplo, de los frescos y los dibujos encontrados, deducimos que utilizaban como armas las flechas y las lanzas. Si fuera así, eso no demostraría sino que, en efecto, en el aspecto guerrero los egipcios no buscaron nuevos instrumentos de ataque o de defensa y dedicaron a otros objetivos sus actividades; pero, a pesar de estas pruebas, es muy atrevido pretender que no conocieran los fusiles ni los cañones. Por poner de manifiesto que es muy atrevido llegar a hacer afirmaciones rotundas, pondremos el ejemplo de nuestra civilización actual, con sus fusiles, cañones, carros de asalto, aviones y bombas atómicas. De aquí a cinco mil o diez mil años, seguro que no quedará nada de nuestra civilización. No sólo habrán desaparecido todos los cuadros, las pinturas, los libros, los discos y las cintas magnetofónicas, sino que, como ha pasado con los tres ciclos de la civilización egipcia, como máximo podríamos aspirar a que quedara tanto como ha quedado de ella. Pues bien, de los millones y millones de cuadros, grabados y frescos, pintados a través de los 1700 años de nuestra civilización, quizá podría conservarse algún fresco o alguna pintura mural de algún palacio que, por su solidez y sus circunstancias excepcionales, se hubiese salvado de la destrucción. Lo más probable es que este cuadro fuese el retrato de algún personaje de la época: un rey, un presidente de república, un gran general. Posiblemente el retrato de este señor, si era un personaje civil, iría acompañado de un bastón de mando, y, si era un militar, llevaría como arma una espada. Porque nadie se imagina, por ejemplo, un cuadro del general-presidente Eisenhower retratado con una bomba atómica en la mano o un fusil a la espalda sino, como máximo, con una espada colgando del cinto.

La conclusión que nuestros arqueólogos sacaran del hallazgo sería que los americanos del año 1953 no conocían más que las flechas y los arcos por el solo hecho de que así nos lo hacen pensar unos cuantos dibujos conservados. […] Asimismo, hoy, en las recepciones reales o en la presentación de embajadores, es común utilizar carrozas con un tronco de caballos, y de una representación de esta clase, conservada, se habría sacado la conclusión de que sólo existía la tracción animal.

Me dice mi amigo Sergio (sí, el de la foto) y añado por aquí que los romanos usaron el hormigón armado y ese conocimiento se perdió hasta el siglo XIX; que ahí está el Panteón de Agripa como nuevo tras 19 siglos, sin refuerzos ni nada. Al margen de lo anterior, adjunto el esquema que hizo Deulofeu sobre los ciclos de auge y decadencia de los sucesivos imperios egipcios. Servirá para cuando hable brevemente del arte egipcio un poco más adelante.

Deulofeu
Obsérvese, en los textos paralelos a las curvas, que Deulofeu no emplea las denominaciones de Imperio Medio e Imperio Nuevo sino las de Primer Imperio de Tebas y Segundo Imperio de Tebas.

 

III. EGIPTO MONUMENTAL

Egipto es monumental, y lo digo tanto en sentido demográfico como por su patrimonio histórico. Y es que Egipto superaba los 91 millones de habitantes en 2015 según datos del Banco Mundial, frente a los 39 millones de Argelia, los 36 millones de Irak o los 31 millones de Arabia Saudí. No pensaba que quedara ningún país árabe con tal potencial demográfico. Pero ahí está, todo gracias al Nilo, cuyas orillas y delta concentran la práctica totalidad de la población egipcia. Por lo que se refiere a la ciudad de El Cairo y su área metropolitana, me quedé estupefacto al recorrer los kilómetros y kilómetros de edificios de viviendas construidos apenas en los últimos seis años, desde la revolución de 2011. Veía difícil igualar el ritmo al que crece Estambul cada año, pero El Cairo lo debe de superar con creces (de hecho no pensaba ni por asomo que en el planeta hubiera más egipcios que turcos).

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Fotografías de hace unos días, atravesando las afueras de El Cairo. Se aprecia la fiebre de la construcción, un crecimiento desmesurado sin la más mínima ordenación urbanística.

Vale, no voy a poner más imágenes feas. Paso a hablar únicamente de las preciosidades de Egipto, diseminadas a lo largo del curso del Nilo. Empezaré con una afirmación contundente: el grueso de las ruinas grecorromanas me parecen cuchitriles al lado de la antigüedad y majestuosidad de los templos egipcios.

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Templo de Karnak.
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Pirámide escalonada de Zoser en la necrópolis de Saqqara.
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Templo de Isis, erigido en la isla de Filé (Philae) y trasladado piedra a piedra al islote de Agilkia años después (y no antes) de que quedara anegado por las aguas de la presa de Asuán.

Mención especial merecen los grabados egipcios. Siempre pensamos en jeroglíficos salpicados de figuras humanas y divinas dibujadas de manera un tanto tosca y de perfil, dándonos la sensación de que los antiguos egipcios no eran tan buenos dibujantes. Pues la tumba o mastaba de Mereruka, situada en Saqqara, alberga relieves de la vida cotidiana del Imperio Antiguo. Están plagados de detalles minuciosos y gran cantidad de animales, tales como cocodrilos, hipopótamos, vacas, peces, ranas… Son muy bonitos, ¡y tienen cuatro mil trescientos años de antigüedad!

Mereruka 1
Imágenes obtenidas de Google, pues estaba prohibido, so pena de multa, hacer fotografías en el interior de las salas.

En realidad, más proximidad en el tiempo no significa mejores imágenes: una escultura románica de la Virgen María con el niño Jesús en sus brazos es mucho más primitiva que cualquier estatua de la Grecia clásica. Del mismo modo, las imágenes y esculturas egipcias difieren en proporción y belleza en función del momento de auge, decadencia o desintegración política en que hayan sido elaboradas. Esa es la idea que transmitía Deulofeu en el esquema que fotografié y adjunté más arriba, si bien debe matizarse que los periodos de esplendor artístico suelen coincidir con los de decadencia, mientras que en los periodos de auge inicial las expresiones artísticas todavía suelen ser rudas. Dicho esto, pueden compararse estas dos estatuas que vi en el Museo Egipcio de El Cairo.

Kaaper
A la izquierda una fotografía antigua, pero con doble perfil, de la estatua de madera de un noble y alto funcionario llamado Kaaper, de entre la IV y la V Dinastía (de hace 4500 años, poca cosa); a la derecha, y unos quinientos años más reciente que la anterior, la estatua de Mentuhotep II, de la XI Dinastía.

 

CONCLUSIÓN

Hay que visitar Egipto y no hacer ningún caso de las recomendaciones de la web del Ministerio español de Asuntos Exteriores. Es un destino espectacular, hay menos turistas que nunca (aunque comienza a repuntar el número respecto del año pasado), los precios son baratos y cada día la libra egipcia se devalúa más. A diferencia de otros viajes por América o Turquía en los que contraté alguna excursión puntual, y pese a que ésta haya sido la primera vez que hacía un viaje organizado por agencia, no he tenido la sensación de estar haciendo «turistadas», sino que la navegación por el Nilo y todas las excursiones tenían un gran encanto, en muchos lugares se seguían sorprendiendo de ver a turistas y los niños se querían fotografiar contigo. Curado de espanto como estoy con destinos anteriores como Marrakech o La Paz, los vendedores egipcios no me han parecido tan agobiantes como cuentan por ahí, ni he visto el tráfico de El Cairo tan caótico. Eso sí, hay que viajar con la medicación adecuada y tener cuidado, no tanto de la alimentación, que también, como de los cambios de temperatura a lo largo del día, pues éstos destrozan a cualquiera que no esté aclimatado.

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¡Él te espera!

 

ADDENDVM

Poco después de escribir esta nota me tropecé con esta clase magistral de Eric H. Cline, arqueólogo y profesor de historia antigua en la Universidad George Washington. Versa sobre el derrumbe de las civilizaciones del Mediterráneo oriental y el Creciente Fértil en torno al siglo XII a.C. Como el propio académico explica, el título de la ponencia (que también es el de un libro suyo) no debe entenderse en el sentido literal de que un único acontecimiento, como pudiera haber sido un cataclismo, llevara al colapso inesperado de esas antiguas civilizaciones en un año preciso, sino que sirve para captar la atención inmediata del oyente y como mención rápida para referirse a un periodo histórico. La explicación me pareció muy amena e interesante.

 


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